Vivió en la calle, superó las adicciones y ahora ayuda a otros en el proceso de recuperación

La historia de Ángel comienza en su infancia, en medio de una familia atravesada por múltiples crisis. A los 11 años, cuando Argentina vivía una profunda crisis económica, Ángel se encontró no solo con la separación de sus padres, sino también con las secuelas de una vida familiar fracturada. Su madre, sumida en una depresión profunda por la crisis personal y económica que atravesaba, se volvió dependiente de medicamentos ansiolíticos y antidepresivos. Mientras tanto, su padre se distanció, sumiendo a Ángel en un vacío emocional y familiar.
La necesidad de encontrar refugio en algún lugar, la búsqueda de aceptación, lo llevó a la calle. La calle se convirtió en su espacio de identidad, un lugar donde se sintió parte de algo, aunque ese algo estuviera marcado por las sombras de las adicciones y el abandono. A los 10-11 años, el consumo de sustancias comenzó a formar parte de su día a día, iniciándose con marihuana, alcohol y cigarrillos, hasta que con el tiempo, la cocaína se convirtió en la sustancia dominante en su vida.
A medida que los años pasaban, Ángel pasó de ser un joven rebelde a un adulto atrapado en una espiral de consumo y vacío emocional. A pesar de su capacidad intelectual y su deseo de superación, la adicción se convirtió en una barrera que lo llevó a perder varias oportunidades, incluidas las relaciones familiares y laborales. Sin embargo, el deseo de salir de esa vida siempre estuvo presente, aunque a menudo se veía eclipsado por los momentos de desesperación.
La adicción se intensificó a los 19-20 años, cuando la cocaína entró de lleno en su vida. Su situación empeoró tanto que, tras varios intentos de suicidio, Ángel tocó fondo. Fue en ese momento cuando, después de haber agotado todas las opciones, comenzó a buscar una salida a su sufrimiento.
La llamada de la esperanza
A los 27 años, tras un intento de suicidio fallido y enfrentando la dura realidad de su vida, Ángel experimentó una revelación que cambiaría su destino. Recibió un llamado de su hermano, con quien no había tenido mucha relación, pero quien en ese momento fue el vehículo de una segunda oportunidad. Esta llamada fue el punto de quiebre que lo llevó a la Fundación Reto a la Vida, un centro de rehabilitación al que Ángel llegó sin muchas expectativas, pero con el corazón abierto a recibir ayuda.
En la Fundación Reto, Ángel comenzó a sanar su vida, no solo a través del proceso terapéutico, sino también a través de su fe en Dios. Fue allí donde comprendió lo que significaba el verdadero amor: el amor hacia uno mismo, hacia los demás y hacia Dios. Después de casi tres años en la comunidad de rehabilitación, Ángel emergió renovado, con una misión clara: ayudar a otros a superar lo que él había logrado vencer.
«Fue en la Fundación Reto donde entendí lo que es el amor verdadero, el amor de Dios, el amor hacia uno mismo y hacia los demás», comparte Ángel al recordar su experiencia transformadora.
Un nuevo propósito: ayudar a otros
Al salir de la Fundación Reto, Ángel se dedicó a ayudar a personas con problemas de adicción. En este camino, descubrió diferentes métodos y enfoques terapéuticos, como los programas de Alcohólicos Anónimos y los 12 pasos. También se formó como operador terapéutico y socioterapéutico, buscando siempre mejorar su capacidad para ayudar a quienes enfrentan situaciones similares.
«Cuando salí de la fundación, lo primero que quise hacer fue ayudar a otros, compartir mi experiencia. A veces uno no cree que puede cambiar, pero es posible, hay esperanza», reflexiona Ángel.
En 2022, Ángel encontró una oportunidad de trabajo en el Centro Provincial de Asistencia y Prevención a las Adicciones Manantiales, donde comenzó a aplicar todo lo aprendido durante su proceso de rehabilitación. Su trabajo consiste en acompañar a los jóvenes internados en el centro, brindándoles apoyo tanto en aspectos espirituales como conductuales. Ángel busca ser un modelo a seguir, compartiendo su experiencia y enseñanzas para que otros encuentren la misma esperanza que él halló en su proceso de sanación.
«En Manantiales, mi trabajo es acompañar a los jóvenes en su proceso de rehabilitación, guiarlos y mostrarles que la vida puede ser diferente. Yo viví lo peor, y salí, y ellos también pueden hacerlo», asegura Ángel, con la convicción de que el cambio es posible.
Un futuro con esperanza
Hoy, Ángel es un operador terapéutico comprometido, cuya vida es un testimonio de que el cambio es posible, incluso cuando todo parece perdido. Su historia nos recuerda que, aunque el camino hacia la rehabilitación puede ser largo y difícil, siempre hay esperanza. La clave está en tener la valentía de pedir ayuda, aceptar nuestras debilidades y estar dispuestos a transformarnos.
Con proyectos educativos y charlas en escuelas y comunidades, Ángel sigue trabajando para ayudar a prevenir las adicciones y apoyar a aquellos que, como él, buscan una salida. Su testimonio y su trabajo diario son un faro de esperanza para aquellos que luchan con las adicciones, demostrando que, con apoyo, fe y determinación, es posible superar cualquier adversidad.
«Si yo pude salir, cualquiera puede. La clave es nunca rendirse y siempre buscar ayuda», concluye Ángel, ofreciendo una última reflexión sobre su viaje hacia la superación.
Fuente: El Territorio