Malvinas: identificaron a cuatro gendarmes que estaban enterrados en una tumba común del Cementerio de Darwin

 Malvinas: identificaron a cuatro gendarmes que estaban enterrados en una tumba común del Cementerio de Darwin

Los cuatro ex combatientes identificados son el subalférez Guillermo Nasif, el cabo primero Marciano Verón, el cabo Carlos Misael Pereyra y el gendarme Juan Carlos Treppo

Son el subalférez Guillermo Nasif, el cabo primero Marciano Verón, el cabo Carlos Misael Pereyra y el gendarme Juan Carlos Treppo estaban enterrados en la tumba C.1.10. Concluye así el Segundo Plan Proyecto Humanitario, realizado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) con la ayuda del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF)

“De pronto sentimos un impacto tremendo en la parte de atrás del helicóptero. Hubo gritos, sorpresa y la máquina comenzó a sacudirse. Nos había dado un misil inglés. Nos caíamos. El piloto logró retardar la caída, y es ahí cuando Acosta se tira por una de las ventanas antes de chocar contra el suelo. El gendarme se lastimó en la caída, pero no dijo nada. No se quejó. Pero vimos que se doblaba del dolor. Sentí el brutal golpe que me dejó muy mal. Vi que mis camaradas trataban de salir. El gran peligro eran los explosivos que llevábamos”.

 

“Vi llamas y mucho humo denso, negro, espeso. Pensé que estaba entregado, vencido. Vi la muerte. Pero de pronto algo pasó y me di cuenta que tenía que moverme porque todo estallaría en un instante. Fui hacia la cabina. Llegué y golpeé los vidrios… ¿Cómo hago para salir de aquí? Me pareció que una luz venía de un costado: era el sol que entraba por el techo de la cabina, era la salida, era la vida. Entonces, vi a Acosta que se asomaba y me hacía señas desesperado para que saliera. Me ayudó a escapar de ese infierno y nos abrazamos”.

 

“Le conté que había más compañeros atrapados. Y Acosta me dice, ‘¡vamos!’. Vemos una mano que asoma detrás de un humo negro. Acosta se prende de esa mano. ‘Algo tengo que traer’, dijo. Y logra sacar al subalférez Aranda. Todo en una fracción de segundos”.

 

“Doy la vuelta y veo al sargento primero Justo Rufino Guerrero, boca abajo, sobre el suelo. Me dice: ‘Hermano, sácame de acá’. Le dije: ‘Tranquilo, tranquilo. No quiero hacer más daño’. Tenía las piernas destrozadas, como si se las hubieran cortado con un machete”.

 

“Había que sacarlo antes de que explotara todo. Y ahí llegó otra vez Acosta. Se suman el comandante San Emeterio y Aranda. Logramos sacarlo con cuidado, pero rápido. Allí estaban todos los explosivos. Lo llevamos a unos 25 metros. Acosta dijo: ‘Uno más, un poco más’. Temía por el estallido. La idea era dejarlo a salvo y volver. Pero de pronto ocurrió lo peor: el helicóptero explotó en mil pedazos”.

 

infobae.com

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