La detención de dos aliados de Hugo Moyano en el sindicato de Camioneros puso en una encrucijada al Gobierno
Alberto Fernández y el gobernador Axel Kicillof se mantuvieron en silencio respecto al bloqueo de camiones que hubo en San Nicolás, luego de que la Justicia ordenara detener al secretario general del gremio a nivel local y concejal del Frente de Todos
El último viernes el titular del Sindicado de Camioneros de San Nicolás y concejal del Frente de Todos, Maximiliano Cabaleyro, y Fernando Espíndola, otro importante dirigente del gremio, se presentaron en la División de Investigaciones de la Departamental de la ciudad (DDI), luego de conocer que la Cámara de Apelaciones había confirmado una orden de detención de la jueza María Eugenia Maiztegui.
A partir de ese momento, el gremio, que a nivel nacional conducen Hugo y Pablo Moyano, decidió convocar a un paro de actividades por tiempo indeterminado, cortar la recolección de residuos y bloquear el ingreso de camiones a la ciudad. Ambos dirigentes están acusados por los delitos de turbación de la posesión, extorsión, extorsión en grado de tentativa y coacción por un bloqueo contra una empresa de distribuciones.
El sábado Hugo Moyano hizo lo que algunos días atrás ya había hecho su hijo Pablo: relacionó la decisión judicial con el gobierno de Mauricio Macri. “Pone de manifiesto una vez más el desprecio que tienen por la gente de trabajo los que estuvieron anteriormente en el Gobierno y, desgraciadamente, en parte de la Justicia”, exclamó en su visita a la localidad bonaerense.
Los ánimos se terminaron de caldear cuando el domingo la ciudad amaneció repleta de basura en las calles y la circulación de camiones continuaba cortada. Allí empezó a jugar el intendente local, Manuel Passaglia, un peronista que está dentro de las filas de Juntos por el Cambio. “Rehén de los Moyano, así están nuestras calles”, escribió en sus redes sociales.
La expresión pública le generó un sinfín de mensajes y llamados por parte de los principales dirigentes de la coalición opositora. No sucedió lo mismo con el gobierno bonaerense. Nadie llamó a Passaglia desde La Plata, y el intendente no llamó a nadie desde San Nicolás. Reinó el silencio y la desconfianza.
La relación entre Axel Kicillof y el intendente nicoleño es mala. En el gobierno bonaerense la definen como “la peor de los 135 intendentes que tiene la provincia” y aseguran que el jefe comunal “rompe todos los canales de diálogos posibles”. “Hasta nos llevábamos mejor con Jorge Macri”, chicaneó un funcionario provincial, en referencia a la compleja relación que mantuvieron durante estos años el intendente de Vicente López y el Gobernador.
Passaglia tampoco tiene empatía con el mandatario provincial y solo le interesa tener una mínima relación con Kicillof. Lo justo y necesario. Hace algunas semanas Kicillof leyó en público un punteo de todos los fondos que la Provincia le bajó a San Nicolás. Fue en respuesta al discurso de apertura de sesiones que hizo el intendente, en el que habló de “cero pesos” enviados por la Gobernación.
El jefe comunal aclaró que se refería al presupuesto de obras públicas y no a los fondos que le corresponden por ley. Ese mismo día Kicillof y Sergio Berni protagonizaron un momento de mucha tensión en una conferencia improvisada junto al intendente durante la entrega de unos patrulleros nuevos.
Lo acusaron de mentir con la cantidad de móviles policiales disponibles. Le dijeron en la cara que la gestión de María Eugenia Vidal había dejado “chatarras” en lugar de patrulleros. Fue un momento de incomodidad y en el que quedó expuesto el mal vínculo.
Un puñado de días después Berni llamó al intendente para recomponer la relación. El llamado del Gobernador nunca llegó. Respecto al último conflicto en La Plata fueron terminantes. “Lo usó para victimizarse”. En los hechos, el ministerio de Trabajo bonaerense no intervino para evitar o encontrar una salida al bloqueo que duró 48 horas. No se avanzó en una posible conciliación. El pase de facturas nunca se termina.
Tanto para Kicillof como para Alberto Fernández tomar un posicionamiento público sobre el conflicto que se generó en San Nicolás es absolutamente incómodo. Por un sencillo motivo: los Moyano son parte del Frente de Todos y nadie tiene demasiado interés en tenerlos de enemigos.
Además, no son cualquier aliado. Hugo y Pablo están en permanente contacto con las terminales de poder del Gobierno. En los últimos días de marzo el histórico dirigente gremial visitó la Casa Rosada en secreto para reunirse con el Presidente. Pocos días después estuvo en la primera fila de un acto sindical que encabezó Fernández por los 40 años de la movilización gremial por Paz, Pan y Trabajo.
Su hijo Pablo se reunió a solas con el secretario presidencial, Julio Vitobello, en el primer piso de Balcarce 50 para bajar el nivel de tensión que se había generado por su ausencia en los encuentros que se habían organizado con la CGT y la UIA para acordar medidas que sirvan para combatir la inflación.
La semana pasada fue recibido por el Presidente en un almuerzo y acudió a la reunión con los empresarios y sus compañeros de la cúpula cegetista, donde se acordó adelantar la apertura de paritarias como una reacción conjunta frente al aumento de precios vertiginoso.
Antes, Moyano se había reunido con Máximo Kirchner, en un encuentro político que generó muchas suspicacias dentro del Gobierno, ya que se dio en plena guerra dialéctica entre el kirchnerismo y la Casa Rosada. En el interior del gobierno nacional se leyó su presencia como un acercamiento concreto al líder de La Cámpora, la agrupación que más cuestiona a Alberto Fernández.
En definitiva, ambos sindicalistas son del riñón del Gobierno. Hombres de peso dentro del esquema peronista. El Jefe de Estado mantuvo absoluto silencio durante el fin de semana respecto a lo que sucedió en San Nicolás. No hubo llamados al municipio para conocer los pormenores del bloqueo. Solo silencio como postura ante el conflicto.
En general, Alberto Fernández suele esperar que Axel Kicillfof sea quien interfiera en los conflictos que aparecen en suelo bonaerense. No lo hace antes que él. En este caso puntual el silencio fue doble. Ninguno de los dos se expresó en público sobre el tema.
El sindicalista habló sobre Hugo Moyano y del paro del servicio de recolección de residuos
Entrada la noche del domingo el gremio de Camioneros decidió levantar el bloqueo y retomar la recolección de residuos. El gobierno municipal se enteró por la empresa de recolección y algunos transportistas. No hubo comunicación oficial del sindicato ni de ninguno de sus líderes.
Pocas horas antes, en una entrevista que le realizó la periodista Jesica Actis Dato para el portal La Opinión de San Pedro, Julio Cabaleyro, padre del detenido e importante dirigente local de Camioneros, adelantó que solo levantaría los cortes si recibía el llamado de Hugo Moyano.
“Hasta que Hugo no diga otra cosa, no nos de otro mandato, vamos a seguir. Si Hugo me llama y me dice: ‘Levantá porque ya me están cargoseando demasiado, bueno…’”, precisó el dirigente sindical, de estrecha relación con Moyano. ¿Llamó Hugo? En el municipio no lo saben. Desde Camioneros no confirmaron que haya sido así. Pero los integrantes del sindicato dieron marcha atrás.
Además, Cabaleyro dejó un mensaje inquietante en medio del conflicto, cuando aún se mantenía la medida de fuerza. “Ahora se acordaron de Moyano, ahora lo llaman, porque saben que en San Nicolás no entra nadie. Se van a morir de hambre si sigue esto. Lo lamento por el pueblo de San Nicolás. Yo no doy un paso para atrás. Como dice Hugo, no aprendí a bailar el tango para no recular. Entonces, vamos para adelante”, sentenció.
Más allá del levantamiento de la medida, el conflicto político y sindical se mantiene. Los dos dirigentes de Camioneros continuarán detenidos. ¿Qué hará el sindicato para manifestar su repudio? ¿Qué posición tomará el Gobierno si las medidas se vuelven a recrudecer? ¿Se puede justificar el bloqueo de ingresos de camiones a una ciudad porque el sindicato está disconforme con el accionar de la Justicia?
En esta escena de la política doméstica se entrecruzan intereses, necesidades y rencores. El resultado es indescifrable. Mientras tanto, el silencio es un colchón mullido donde recostarse.
Fuente: infobae