La Ieyenda cuenta que fue en la plaza SoIís, ubicada en Olavarría y Mariano Brin, donde comenzó la historia boquense. Allí, cinco inmigrantes italianos que vivían en el barrio de La Boca, sin siquiera imaginarlo, escribieron los primeros párrafos de la historia de uno de los dos clubes más populares de la Argentina.
Sus nombres: Esteban Baglietto, Alfredo Scarpati, Santiago Sana y los hermanos Juan Antonio y José Teodoro Farenga. Pocos días después, como eran menores de edad, tomaron la decisión de nombrar como primer presidente a Luis Cerezo.
De los primeros años, compartidos con los originarios fundadores de River Plate, deriva el apelativo “xeneize”, ni más ni menos que el dialecto habitual de los inmigrantes itálicos llegados de la Uguria. De hecho, “xeneize” significa “genovés“.
Otro de sus íconos, el pizzero, tiene origen a principios de la década de 1930, cuando los días de partido, vendedores de pizza y fainá se ubicaban frente a los portones de la vieja cancha de Brandsen y Del Cruce para ofrecer su mercadería.
“Bostero”, tal vez el apodo más agresivo para referirse al club y sus hinchas, se debe a uno de los peores oficios de esa época, cuando todavía circulaban carros y chatas con tracción a sangre por las calles de La Boca: así se llamaba, precisamente, al encargado de liberar de “recuerdos” equinos esos caminos ribereños.
En cuanto a la camiseta, no fue originariamente azul y oro: era blanca con rayas verticales negras. Después derivó hacia el rosado (como se recordó -no sin polémica- en el centenario del club), hasta que uno de sus fundadores, Juan Brlchetto, trabajador portuario, vio pasar un buque en el que ondeaba una bandera sueca. Descubrir esos colores azul y amarillo, proponerlo y pasar a ser aceptado por todos, fue un solo acto.
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