“Es triste que hayan tenido que morir tantas personas para valorar el trabajo del tarefero”
Aquella fría mañana, ninguno de los ocupantes del Ford 700 imaginó que el camión era una trampa mortal: fallaban los frenos y el chofer lo sabía. Salieron de Villa Bonita, en Campo Ramón, y la tragedia se desató en Salto Encantado, sobre ruta provincial 220. En una cueva pronunciada el conductor del destartalado Ford perdió el control y el rodado volcó con su carga humana. A la desesperación y los gritos, siguieron el dolor, el llanto, la agonía.
El hecho se registró hace once años y costó las vidas de Fabián Da Silva (23), Fernando Piñeiro (13) y su papá José Francisco Piñero (42), Edgar Ferreira (17), Luis Godoy (33), Lucas Da Silva Rodríguez (14), Miguel Miranda (55) y su hijo Hugo Franco (33). Precisamente, aquel desastre donde murieron ocho personas, entre ellos tres menores de edad, derivó en la instauración del 17 de junio como el Día Nacional del Tarefero, establecido por Ley 27.104.
“Además de rendir homenaje a los tareferos muertos el 17 de junio, rinde homenaje también a todos los tareferos del país que día a día ponen el cuerpo y su fuerza de trabajo, en las peores condiciones laborales, para ofrecer a los argentinos una infusión típica y tradicional de nuestro ser nacional”, se cita en los fundamentos de la citada Ley.
Pero más allá del protocolo, para las familias no hay consuelo, tal como reflexionó Jorge Da Silva Rodríguez (55), el papá de Lucas, uno de los chicos fallecidos.
“Es triste que hayan tenido que morir tantas personas, entre ellos gurisadas, para empezar a valorar el trabajo del tarefero. Mi gurí tenía 14 años, toda la vida por delante. Y no hay homenaje ni nada que lo traiga de vuelta”, reconoció.
“Se podría haber evitado”
Da Silva Rodríguez recordó en 2013 los controles eran limitados, a pesar de que ya operaban prohibiciones a prácticas muy arraigadas en el sector, como el traslado de los peones rurales sobre las cargas de yerba y el trabajo infantil.
El primer quiebre en la legislación comenzó a darse luego del accidente de Colonia Aurora, el 2 de octubre del 2000, siniestro que se cobró la vida de cuatro tareferos.
“Yo laburé en la tarefa muchos años, hasta que empecé en el aserradero. Cuando pasó el primer accidente empezaron las prohibiciones, pero se controlaba poco y nada. Acá en el barrio entraban de a seis camiones y la gente subía en la planchada; y después pasaban frente a la comisaría y no pasaba nada. Por eso pienso que se podría haber evitado tanto dolor”, subrayó con tristeza.
Mencionó que tuvo diez hijos y si bien siempre pudo “parar la olla”, en un momento Lucas quiso aprender a tarefear para ganarse su plata y fue con amigos a su primer campamento.
“En total, por lo que sé, fue tres veces y la tercera pasó el accidente. Yo ya le había dicho que no vaya, pero resulta que sacó un vale de 150 pesos adelantado y medio que le presionaron para que vaya. Él se fue sin permiso, cosa de gurisada; pero los grandes sabían que era una criatura y le llevaron junto igual”, lamentó.
El dolor se hizo mueca en el rostro de Da Silva Rodríguez al rememorar los detalles del caso, de cómo se enteró del siniestro y los trámites posteriores.
“Todos los fallecidos eran del barrio, por eso fue una tragedia que nos golpeó mucho. Todos amigos y vecinos. Fue demasiado”, agregó.
La tragedia
El siniestro vial que se cobró las vidas de ocho personas se registró cerca del acceso al Parque Salto Encantado, en el municipio homónimo. Los tareferos viajaban en un camión Ford 700 que era conducido por Julio César Franco, quien estaba acompañado por su hijo de 14 años.
Además del trasladar al personal en la planchada del rodado, incluidos una decena de menores, lo que contradecía las normas vigentes, luego del accidente se supo que el camión presentaba fallas mecánicas.
Héctor Fabián Miranda, contratista y medio hermano del chofer, confirmó que el rodado presentaba problemas de freno y por ello realizaron una parada en el acceso al Salto Encantado, a sólo un par de kilómetros del lugar de la tragedia.
Según el expediente judicial, Miranda indicó que camión partió desde Villa Bonita por la ruta Provincial 103 y luego transitó por la Nacional 14, cruzando las localidades de Campo Viera, Campo Grande y Aristóbulo del Valle, hasta la intersección con la Provincial 220, sin ningún impedimento ni control policial.
Aseguró que el Ford tenía problemas de freno que fueron minimizados por el chofer.
“El camión venía frenando mal porque tiraba para un lado. Entonces paramos en un taller, a una cuadra más o menos de la ruta, y ahí ajustaron algunas cosas, según mi hermano. Y seguimos”, detalló.
Miranda notó que el camión fallaba y, ante la inminente tragedia, decidió saltar. Tuvo la ventaja de conocer de antemano los problemas mecánicos, por lo que resultó ileso, privilegio que no tuvieron los otros.
“Escuché un ruido que hace el cambio de la baja cuando falla y luego empezó a agarrar velocidad. Ahí salté del camión porque me asusté, y grité para que mis compañeros salten. No hubo caso de atajar el camión y pegó contra los árboles en el bajo”, declaró.
Fallo judicial
En octubre de 2016, el chofer Julio César Franco fue sentenciado a tres años de prisión. En juicio abreviado aceptó los cargos por “homicidio culposo agravado y lesiones” y la pena fue homologada por el Juzgado Correccional y de Menores.
Si bien Franco no fue el único imputado en la causa, para la Justicia fue quien tuvo la máxima responsabilidad en el siniestro, puesto que manejaba el rodado y era consciente de los problemas mecánicas que presentaba el mismo.
“El conductor fue al menos negligente y su accionar derivó en el deceso de ocho personas y ocasionó serias lesiones en otras tantas”, precisó el fallo.
Por su parte, familiares de las víctimas se mostraron insatisfechos por el monto de la pena, al tiempo que insistieron con la responsabilidad que les corresponde a otros actores secundarios.
Precisamente, también fueron imputados Héctor Fabián Miranda -hermano del chofer y contratista- y el empresario Dante Lewtak, aunque ninguno tuvo pena de cumplimiento efectivo.
Fuente: El Territorio