Cabalgata al corazón de la Cordillera
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Durante el trayecto, el periodista Mario Antonovicz, de Puerto Iguazú, sintió admiración por el General San Martín. Como experiencia “puedo decir que esto te vuelve más tolerante ante cualquier situación, y a cualquier lujo que puedas tener en tu casa, lo potenciás por 20”, manifestó.
Hace varios años, en una recorrida que Mario Antonovicz realizó por el Sur del país, le llamó la atención la cantidad de jinetes que divisó por la zona y, como buen periodista que es, en medio de ese viaje de placer, no tuvo mejor idea que ponerse a averiguar de qué se trataba. La respuesta lo llevó directamente al Cruce de los Andes, una travesía que dejó pendiente en la agenda.
Al promediar el año pasado, un aviso en las redes sociales lo invitó a concretar la cabalgata, emulando la ruta que hizo el General José de San Martín, y no dudó en retomar la idea. Después de comunicarse con la empresa responsable y que le pasaran los valores y requisitos, contactó a su amigo posadeño, Oscar Fenocchio, y se inscribieron para la travesía que se inició el 17 de febrero y culminó el 22 del mismo mes.
Nació en Avellaneda, provincia de Buenos Aires y está radicado en Puerto Iguazú desde hace 42 años. Su padre dirigía una empresa constructora, lo que motivó que la familia se estableciera en Misiones. Contó que, en 1984, dio sus primeros pasos en LRA 19 Radio Nacional Iguazú.
Antonovicz viajó una semana antes para adaptarse al clima de Mendoza. El 17 fueron hasta el Manzano Histórico, en Tunuyán, y arrancaron la travesía que comprendería seis jornadas, cuatro de cabalgatas y dos de descanso.
“Nada de conexión. Son seis días en los que se está totalmente incomunicado. Y Antonovicz, como hombre de la comunicación, pudo sobrevivir, aunque “me preocupaba no poder tener contacto con mi familia”.
El primer día efectuaron una cabalgata de cinco horas, tranquila, pero con condiciones climáticas adversas. “Hacía menos cuatro grados de temperatura en pleno verano, y había mucha gente en el refugio, así que nos volvieron a bajar al Manzano. Volvimos al otro día y arrancamos desde un refugio que se llama Scaravelli. Hicimos una jornada de ocho horas de a caballo, ascendiendo a los 4.400 metros por un paso que se llama Paso Portillo de Piuquenes, y llegando al refugio militar que se llama Real de la Cruz”, que es del Ejército Argentino y que se construyó en el año 1940. Tras el merecido descanso después de una extensa travesía, al tercer día “hicimos 50 kilómetros entre ida y vuelta y salimos desde ese refugio militar hasta el límite con Chile. Arrancamos a las 7:00 y volvimos cerca de las 19:00, totalizando más de 11 horas de cabalgata. Ese día fue duro. Llegamos al límite con Chile, observando paisajes realmente impresionantes. La cantidad de glaciares es realmente llamativa”, apreció el iguazuence por adopción. Lo que le llamó la atención fue que “durante las tardes entran frentes de tormenta y dejan los picos nevados, cambiando el criterio de las montañas todos los días. Descansamos una jornada, y emprendimos el retorno hacia el refugio Scaravelli, volviendo a hacer ese pico de 4.400 metros sobre el nivel del mar, donde la gente, si no está acostumbrada, se apuna. Por suerte, yo estaba adaptado y en un recorrido de ocho horas, llegamos”. Desde allí, el contingente se trasladó hasta Tunuyán, y luego hasta la ciudad de Mendoza, finalizando el itinerario.
Como preparación, realizó caminatas, trote y stretching, que “me resultó importantísimo después de estar once horas sobre el equino, aunque el paisaje de colores y tomar agua de deshielo del río Tunuyán, te hace olvidar todo”.
Antonovicz confió que estos trayectos se completan desde diciembre hasta Semana Santa, porque el clima acompaña y en esa época todavía no se producen nevadas. “Todo es muy rústico. No hay que pretender lujos porque no los hay. Una opción es dormir en refugios que no tienen grandes comodidades y carecen de agua caliente. La otra, dormir en carpas, a la intemperie. A veces hay agua tibia, y en los refugios puede haber un poco de luz en el horario de la cena. Después te tenés que manejar con esas linternas que se colocan en la cabeza. De todos modos, hay un grupo de baqueanos que se ocupa de cambiar los caballos, de prepararlos, armar las carpas, servir la comida, que es muy rica e incluye carnes, ensaladas, pizzas”, explicó.
En esos días en los que estuvo totalmente incomunicado -utilizaba el celular solo para tomar fotografías- fue imposible no pensar en lo que hizo el General San Martín junto a sus hombres: “Me generó admiración, porque hoy vamos con ciertas comodidades; es verano y yo usé ropa térmica, campera de pluma. No quiero imaginar cómo fue ese cruce porque, si bien ellos pasaron en febrero, también hacía frío. Y realmente te produce admiración porque esos hombres iban a pelear, y nosotros fuimos de vacaciones, por gusto. Fue muy interesante todo, y también saber que ese momento habrá sido muy duro. La otra es valorar a la mula y a los caballos, animales muy nobles, que ascienden y descienden esas montañas. Es muy recomendable para quien gusta de la aventura y de las cosas rústicas y agrestes”.
“Son seis rutas. Nosotros pasamos por la Nº 6, que es la relativamente más corta y más baja. San Martín pasó por San Juan, por la zona de Los Patos y llegó a escalar a 5.500 metros sobre el nivel del mar, con toda la estrategia militar”.
“En esta travesía nos enteramos de muchas cosas, porque se brinda como una explicación alusiva al trayecto. Te cuentan anécdotas, situaciones; no de la expedición en sí, sino de la vida en ese sector”, manifestó Mario, a quien el paisaje de montañas y glaciares hizo olvidar el cansancio.
Fuente: Primera Edición