Tras 21 días detenido, el empleado farmacéutico y esposo de Claudia Elizabeth Benítez (32), asesinada y arrojada a un pozo de agua del paraje Nemesio Parma, en la zona oeste de la capital misionera, decidió romper el silencio y dar su coartada de lo sucedido en horas antes y posteriores al crimen del martes 17 de mayo pasado.
Imputado provisoriamente por “femicidio”, el sospechoso de 39 años aseguró que no conoce al segundo aprehendido en la causa por orden del juez de Instrucción 7, Miguel Mattos. Remarcó también que estuvo en su casa y con sus hijos durante la noche y la madrugada previo a la desaparición de la víctima. También aseguró haber estado durante la mañana con sus hijos y antes de quedar demorado y luego detenido tras el hallazgo del cadáver al día siguiente a siete metros de profundidad en una perforación de agua de un predio abandonado detrás del Parque Industrial.
Relató ayer, acompañado por su abogada defensora Roxana Tamara Ramírez Moll, que regresó de trabajar el lunes 16 de mayo a las 22.40 a su casa en Itaembé Miní y desde ese momento permaneció allí hasta la mañana siguiente, a las 10.20 cuando decidió ir a cortarse el cabello a una peluquería a seis cuadras de su casa y luego de haberle enviado mensajes y llamado nueve veces, sin respuesta a Claudia, quien había salido a iniciar su jornada de trabajo en su taxi a las 6.
Según fuentes consultadas el esposo manifestó, entre otros puntos, que “Claudia manejaba sus tiempos, si quería salir o no a trabajar (…) Esa noche no quiso salir porque sentía frío, hacía frío. Cenamos y nos acostamos a dormir. Yo puse el despertador, siempre lo hacía. Me dijo que lo ponga 5.20 porque tenía un viaje programado, que ya había cargado gas y combustible para trabajar toda la mañana. Y que por el paro de colectivos iba a tener mucho trabajo”.
“Me dijo 5.20 porque tenía que levantar tres hombres del barrio Sol de Misiones 2. Que había arreglado 500 pesos cada uno y que después de ese viaje ya se iba para el centro. También me dijo que ponga en el estado de WhatsApp la moto para ofrecer el servicio de taximoto”.
“A las 5.20 sonó me pidió que ponga la alarma, después 5.30 y después 5.45, siempre me hacía eso (…) Se levantó se puso un buzo gris, abajo blusa color salmón, un jean gastado y zapatos negros, la ropa de siempre”.
Relató además que: “Me llamó cuando salió y me dijo que dejó la puerta abierta de casa, no el portón. Cerré y llaveé. A las 7.05 le pregunto si había mucho movimiento porque sabía que viajaba con tres hombres. A la noche ella me preguntó si no quería hacer yo el viaje y volvía y agarraba ella el taxi. Le dije que sí, que no había problemas. Pero después ella me dijo que no, que ella lo iba a hacer y que ya arrancaba directo a laburar”.
“Las nueve llamadas”
En otro tramo se destaca de su coartada: “Vi dos tildes del mensaje pero no lo había leído. Le mandé otro preguntándole si estaba bien porque sabía que llevaba tres hombres. Ahí ya quedó un solo tilde y miré que la última vez que entró al WhatsApp fue a las 6.05. Ahí pensé que se quedó sin crédito y le cargué 200 pesos por Mercado Pago y la llamé nueve veces. Las primeras cuatro sonaba, las restantes ya no. Se hizo las 8 y hablé con (el titular del Sindicato de Taxistas, Alfredo) Gamarra que ya me comenzó a retar porque puse en el celular la moto como taxi, me retó porque eso está prohibido. Ahí saqué ya del estado la moto”.
En su versión también apuntó a que “a las 9 me levanté a tomar mate, se levantó mi hija también y pongo la tele para ver las noticias (…) A las 10.20 le digo a mi hija que lo iba a llevar al hermano a cortarse el pelo conmigo. Ella me dijo que vaya solo porque hacía frío para llevarlo y además no había clases por el paro. Le digo que tenía razón pero que iba a pedir igual el turno para mí. El peluquero me dijo que le quedaba uno para las 10.30 y como era a un par de cuadras llegaba rápido. Me voy en la moto, una seis cuadras. A las 10.50 termina de cortarme, a las 10.55 llego a mi casa y estaba el patrullero. Me pregunta por la licencia del taxi y me dice que apareció incendiado”.
“Le pido el casco de la madre a mi hija y me voy para el lugar porque pensé que la habían asaltado, le robaron y la dejaron caminando. Mi iba mirando si la encontraba (…) La policía me dice que vaya a la comisaría decimonovena. Preguntando llegué a la comisaría. Ahí me hicieron dejar el celular y le mando un mensaje del celular a mi cuñada porque mis hijos habían quedado solos”.
Sobre las evidencias secuestradas en su vivienda, habría dicho: “Me sacaron las zapatillas en la comisaría, estaban sucias por las brasas de la parrilla de asado de mi casa. Una semana antes fuimos a Paraguay a la casa de un familiar y también había un asado grande y pisé brasas”.
También habría insistido con: “Unas zapatillas azules puede ser que tengan sangre por un accidente hace un año”. También resaltó que “todas las conversaciones con mi señora están en mi teléfono”.
Rastrean a otro presunto cómplice por el crimen de Claudia Benítez
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